Miss España en el exilio. El flamenco y el estrellato en la Europa de los años treinta. Edición de Dorian L. (Dusty) Nicol. Prólogo de Paul Preston. Traducción de Isabel Peralta Peña

Editorial: Renacimiento, Biblioteca de la Memoria, Serie Menor nº 131, 2023, Sevilla.

Autor: Reyes, Isa.-

Referencia: 697959

ISBN: 9,78842E+12

Encuadernación: 21x15. Encuadernación rústica (tapa blanda) con solapas. 320 pgs. Portada impresa a dos tintas. Fotos en b/n. (N12207)

Sinopsis: El día de 1936 en que Franco invadió España, una chica madrileña de quince años estaba pasando sus vacaciones en la Sierra de Gredos. Isa (Conchita) Reyes escapó de España a París con su madre y su hermana, llevándose consigo solo lo que pudieron cargar en sus maletas. Su padre se quedó atrás para luchar en el bando republicano. No tardaron mucho en vender la última de sus joyas, y hubo que encontrar otras formas de ganarse la vida. Mientras trabajaba como modelo, ella fue «descubierta», y le pusieron el nombre artístico de «Isa». Como renombrada bailaora de flamenco, actuó en París y en las principales capitales y lugares turísticos de Europa. En 1938, fue coronada «Miss España en el Exilio». En Venecia, fue cortejada por el Conde Ciano, el yerno de Mussolini, y se sirvió de una imaginativa mentira para librarse de sus atenciones. En Berlín, en 1939, actuó (a regañadientes) en las celebraciones del cincuenta cumpleaños de Hitler organizadas por Joseph Goebbels. Más tarde en ese mismo año, durante un tour en Atenas, conoció al hombre con el que se iba a casar. Juntos, escaparon de Europa hacia el Nuevo Mundo. Esta es la historia de Isa, desde los clubs nocturnos y las casas de alta costura de París, pasando por los teatros y salas de Europa, hasta las angustiosas inspecciones de la Gestapo al atravesar Alemania. Es la historia de una joven que tuvo que crecer deprisa cuando la guerra hizo que su mundo se pusiera patas arriba. Isa cumplió su sueño de convertirse en bailarina, aunque en formas que no podría haberse imaginado cuando era niña. Isa nunca perdió su optimismo ni su sentido del humor.

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